La música extraña a la identidad nacional.
Pienso desde un sentido nacional. Sitúo a las cosas en su justo meridiano. Cuando veo en la televisión mundial algunos informes que tienen sones de la Argentina, me inquieta el desapego que los argentinos que habitamos nuestro hermoso país, tenemos con él.
Por ejemplo ver un informe sobre el gusto por el tango, su baile en Alemania, sus cadencias en Japón o como fondo de innumerables películas o series genera una pregunta inevitable, íntima, de por qué en otras latitudes valoran al tango - el símbolo del folclore urbano argentino - y aquí, por las miles de emisoras de radio cunde la divulgación del embrutecimiento social con música industrializada, formateada para el consumo idiotizante, mecánico, sin ninguna exigencia de belleza espiritual.
Si hoy tenemos varias generaciones acumuladas, deambulando como zombies, creyendo en costumbres y valores que No tienen que ver con lo auténticamente argentino ¿De quién es la culpa? Parte de la sedimentación de esta música como si fuera normal, moderna, y socialmente equiparable a la actualidad es de los emisores. Lo que se pretende como nuevo no trae nada nuevo.
Lo que si transporta al subconciente masivo es la pérdida de la noción de lo propio. ¿Se puede convivir con la abrumadora oleada de regueton, y formas musicales que dinamitan el cerebro a diario?
Diría que no. Es demasiada la distancia entre el arte musical y la industrialización de las tendencias. Lo que se interpreta como comercial es demoledor para los fines de preservar un mínimo de sentimientos nacionales.
Hablo por Argentina pero estimo que el fenómeno es a nivel mundial. Los formatos rítmicos son desarrollos de laboratorio. Arriba de ello se construye un metamensaje sexualizante, conflictivo permanente, asfixiante, con rasgos de angustia existencial irresuelta, donde las relaciones básicas suprimen el amor sublime por la búsqueda de la satisfacción inmediata, no duradera, el materialismo, el reduccionismo verbal y supremacía de la gestualidad en el lenguaje.
Necesito repetir una y otra vez este mensaje para cuestionar a todos aquellos que comunican la decadencia a sabiendas o sin saberlo. La agresión externa a las culturas nacionales es inmensa y llama la atención que progresismo - que suele estar alerta - por este lado de comunicación social esté con los brazos caídos. Este asunto No se trata de "estar a la moda"; No es un tema de ser joven o viejo. Es un debate del interés nacional para cuidar la pertenencia a un país, a una identidad, a un ser argentino.
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