La revelación
Cuando llegue el Apocalipsis No nos daremos cuenta.
Estaremos en él como el vientre de la madre
mirando hacia afuera hasta que se apague la luz de la pantalla.
La contabilidad de nuestros rezos, la marcha regresiva de los latidos
nos dará la tibieza de un lento adormecimiento
para volver a la inmaterialidad de la nada misma.
Porque esa fue la vanidad escrita en los libros sagrados
que no pudieron atenuar la soberbia, la codicia, el odio.
Al menos otros santos hombres trataron generosamente
de darnos el secreto de la expiación para alcanzar el otro plano
de la especia humana. Un bautismo de amor y de inocencia
hubiera sido suficiente para probar la obra de Dios.
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