NI CAMBALACHE NI ANORANZAS

Anhelo el fin de la moral de Cambalache y del lastimero resentimiento de Añoranzas. Por un lado, el tanguero, la pintura poetica de Discépolo ,hoy me suena a una inveterada justificación de la viveza criolla, sobre cuyos ribetes de filosofía rioplatense , se ha sedimentado , por una recurrente conducta social no analítica, que da lo mismo ser Carnera o San Martin...sabio o chorro...etc. etc.


Definitivamente no me gusta su trasfondo de vale todo. ¿Cuántos años hacen ya que venimos escuchando los compases de tan decadente manera de pensar y de vivir como Nación ? Ese pintoresco tango , sería una obra musical más si el país no hubiera , descorchado champan resbalando hacia la falta de normas , hacia el desentenderse de la conducta corrupta del otro, ( el famoso YO argentino ) al “ NO te metas”, al “ por algo habrá sido “, “ al “hacé la tuya “, y otras tantas basuras de la idiosincracia nacional. Me harté de Cambalache. De su amargo significado, de su tortura desesperanzadora, de su magnífica escultura de una realidad demasiado prolongada, como la más penosa de las agonías para una sociedad que no se encuentra, que se conforma con lo que hay, y que sigue pariendo seres con documento nacional de identidad pero sin patria, sin una sensacion de futuro y con una clara vision del “ salvese quien pueda “ desde la más tierna de las edades .

Por el otro lado, me cansó el sollozo de la provincianía , que sangra por una herida autoprovocada, un dolor de bambalinas en los bordes de la capital federal , referenciando una queja por que ese puñado de pesos que no esta en el lugar donde ha nacido , en vez de quedarse a luchar para se produzcan los cambios de su historia económica, politica y social . Lágrimas evaporadas por el acostumbramiento a las comodidades urbanas. Sólo quedan pequeños artilugios como el no perder la tonada original , en animosa resistencia a ser porteño . ¿Hasta qué punto se llora por el rancho de la felicidad anterior .? Entonces salen a florecer los argumentos remanidos y conmemorativos de la “ empanada, locro y vino todos los domingos “ , a enhebrar alegrías forzadas como excusa para la glotonería , y la celebración pagana rodeada de mercachifles ocasionales. Pero no digo esto para quienes la llegada a las faldas metropolitanas es un asunto sin remedio, sino para quienes , logrados en sus fines, se quedan a osamentar su presente y su futuro , quejándose de que no estan allá , donde fueron paridos, pudiendo hacerlo. Pero las excusas son abundantes para no volver , salvo la convocatoria natural de las fiestas de fin de año o la relajación carnavalesca. Para qué cantar a la tierra si no se está en ella, si no se la transpira , si no se la convive a diario . Otra clase de sufrimiento es una disimulación por la conveniencia material y una sobrada prueba de la hipocresía espiritual , para la cual, no alcanzan coplas, versos, ni remembranzas.

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